Mansa por la falta de viento más absoluta, la lámina de agua ofrece una fotocopia invertida de la cresta bajo la que se remansa. Entre ambas, paredes de granito, lienzos vertiginosos de roca, el vacío. Los suculentos prados que la rodean se adornan de infinitas flores amarillas, violetas, malvas y blancas. Una pareja de chovas son dos puntos negros que parece subrayar las líneas de un escenario impensable para quien no lo conoce.
La Laguna de los Pájaros es el epicentro de un lugar que atesora la esencia del alma alpina. Colocado en cualquier lugar de los Alpes no desmerecería en absoluto. Pero tenemos suerte, no hay que irse a la legendaria cadena montañosa para disfrutarlo. Está aquí mismo, en el corazón de la Sierra de Guadarrama.
Por sus dimensiones es la segunda mancha de agua más importante de Peñalara, justo por detrás de la Laguna Grande. Mide poco más de 4000 metros cuadrados, aunque su profundidad no sobrepasa los 50 centímetros. Aunque antes que por todo ello, el humedal tiene fama de ser el más hermoso de los más de cien que atesora el Parque Natural del Peñalara. Estamos en uno de los espacios protegidos que antes se declararon en España y sus singularidades ambientales, morfológicas y paisajísticas le han convertido en el epicentro del futuro Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.
En su territorio se atesoran especies tan singulares como el buitre negro y las masas de pino silvestre que lo rodean se consideran entre las más excepcionales del mundo entre las de su clase. Hay más, aquí estuvo, está y estará la cátedra del guadarramismo, esa disciplina tan antigua como etérea que ha sido, es y será crisol de una gente de pasta especial: los amantes de la sierra, quienes la han tenido como aula formativa de sus mejores valores.
Un paseo hasta la Laguna de los Pájaros, acuñada en el último rincón de Peñalara, nos permite atisbar tanto tesoro. Alcanzarla no es complicado, aunque sí exige un mínimo de forma física.
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