Cita:
La Selva del Irati con sus aledaños, cerca de 10.000 hectáreas de arbolado pertenecientes a los valles de Salazar y Aézkoa, es la mancha forestal más extensa de Navarra. Contiene rodales de haya equiparables a los europeos de mejor calidad, y conserva el bosque mixto de hayedo y abeto más occidental del Pirineo. Dos arroyos, Urbeltza y Urtxuria, confluyen al pie de la ermita de la Virgen de las Nieves para formar el río Irati que, cuando abandona este dominio boscoso, deja a cada orilla un magnífico robledal: Tristuibartea (que es Reserva Natural con árboles de gran desarrollo) y Aritztoki (entre Olaldea y Garralda). Éste último es el mejor bosque de roble albar de toda la Península, según la “Guía Ecológica de Navarra”.
El pequeño embalse de Irabia, pensado para producir energía eléctrica, aparece como una isla de cristal en medio del bosque. Los excursionistas conocen el placer de bordear a pie o en bicicleta los nueve kilómetros de su contorno. En la cola del embalse, se toma un camino pegado a la margen izquierda. Durante el recorrido se tiene la impresión de atravesar un túnel de verdor al tiempo que se consiguen las mejores vistas hacia los tres vértices del estanque triangular.
Irabia ofrece incontables paseos donde se encuentran parajes de singular belleza, y, en el Monte La Cuestión, uno de los tesoros naturalísticos de Navarra: la Reserva Integral de Lizardoia, con una parcela de 20 hectáreas de bosque virgen inalterada por la acción humana. Hayas y abetos gigantes alcanzan fustes de cuarenta metros de altura. Los árboles mueren de pie y luego, por su propio peso, caen y se convierten en un laboratorio de descomposición donde actúan musgos, hongos y pájaros carpinteros, como el pico dorsiblanco, joya ornitológica.
Irati permaneció intacto durante siglos por su posición alejada y porque el valor comercial de la madera es reciente. Se aprovechaban la leña y los pastos. La madera para edificación comenzó a sacarse haciendo flotar en la corriente del río troncos que más tarde se unieron para formar almadías. Por motivos bélicos, desde el siglo XVIII, se concedió al gobierno la tala gratuita de árboles para la Armada. En las cortas se actuó de modo selectivo y con preferencia por los abetos. La explotación se hizo considerable al comenzar el siglo XX, como reflejan las fotografías del Marqués de Santa María del Villar, documento de inestimable valor. Cuadrillas de leñadores actuaban con sierras manuales y hachas, y los mulos y bueyes se utilizaban como fuerza motriz. Domingo Elizondo, un aezkoano que había emigrado y hecho fortuna en Argentina, fundó en 1907 la empresa “Irati S.A.”, innovador grupo maderero, hidroeléctrico, químico y de transporte que llevó adelante obras de ingeniería aún en uso, pioneras técnicas de destilación y el proyecto de un tranvía que unió a Pamplona con Sangüesa y Aoiz.
El urogallo, un ave emblemática para la protección de la naturaleza, tiene sus “cantaderos” en el Irati. La fauna más espectacular son los ciervos y corzos que el caminante solitario y silencioso encuentra con facilidad en los recodos de cualquier camino. Música y aves están unidas e un cancionero tradicional que une al omnipresente monte Orhi con melodías bellísimas, como “Orhiko txoria” o “Belatzarena”, en las que la txirula, una corat flauta de pico, produce el efecto del majestuoso vuelo de un milano en una secuencia que parece tomada de un facistol con melodías gregorianas.
El bosque de Irati es un nido de leyendas. Su soledad silenciosa, interrumpida por crujidos y ruidos indescifrables, ha dado lugar a uno de los mitos más arraigados, el del Basajaun, de alta estatura, larga cabellera y fuerza prodigiosa, que camina erguido, con un palo en la mano, y supera la agilidad de los ciervos. Si llama al caminante no debe intentar huirle, ni menos aún enfrentarse con él porque eso sería una locura. La única manera de tenerle propicio es obedecer ciegamente sus órdenes. De este modo, se logra convertir en ser inofensivo y hasta en guía protector al Basajaun, señor del bosque.
También en el bosque de Irati la imaginación popular ha creado otra leyenda. Se la contaron al escritor Madrazo cuando terminaba el siglo XIX. Un hombre dormía a la sombra de un haya al atardecer. Le despertó la fuerte sacudida de una ráfaga que pasó sobre él dejando olor a cosa muerta. Se incorporó de la siesta y, en un claro del bosque, como en una pesadilla, pudo ver entre la fronda un coro de hadas que llevaba suspendido de los extremos de un cendal, a manera de sudario, un esqueleto humano en cuyo desnudo cráneo despedía siniestro brillo una corona real. ¿Quién era aquella reina? Doña Juana de Albret, que murió envenenada y sobre cuyo lugar de enterramiento existen dudas. Todavía una Guía de Navarra, del año 1929, dice que cuando el viento huracanado agita las frondas del Irati, los aezkoanos temerosos se refugian en sus casas, porque entonces los espíritus y las brujas recorren el bosque a una velocidad increíble, llevando consigo el sudario que contiene un esqueleto en cuya cabeza brilla una corona real.
En la entrada a Irati desde Aezkoa, en lo hondo del barranco de Txangoa, donde se dan yacimientos de hierro, cobre, mercurio, zinc, plata y plomo explotados desde antiguo, se encuentra la Fábrica de Orbaiceta, heredera de una ferrería medieval. El rey Carlos III de España compró la fundición en 1784 y aprovechó la corriente del río Legarza para establecer un gran salto de agua. La fábrica, que producía bombas de artillería y lingotes de hierro, no se alimentó del agotado mineral de la zona, sino del que le llegaba de minas vizcaínas. La factoría, a escasa distancia de la frontera, sufrió los rigores de las guerras decimonónicas, saqueos e incendios, y dejó de funcionar en 1873. Tras los trabajos de restauración, es una atrayente muestra de arqueología industrial. Conserva la disposición original de las viviendas alrededor de la plaza, presidida por una iglesia de fachada neoclásica, y en el complejo fabril han quedado a la vista los dos hornos de fundición, talleres, depósitos y una soberbia canalización del río entre restos de bóvedas e imponentes muros.